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Vallotton para siempre. La retrospectiva

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El MCBA, que reúne la colección más completa del mundo de obras de Félix Vallotton (1865-1925), y la Fondation Félix Vallotton, Centro de Documentación e Investigación, presentarán una nueva exposición en el Museo de Lausana.

La retrospectiva reúne más de 200 de las obras más importantes de Vallotton, procedentes de colecciones públicas y privadas de Suiza y Europa.Félix Vallotton ha dejado de ser un desconocido. Por ello, esta exposición invita al público a descubrir su obra de una manera nueva, basándose en las últimas investigaciones llevadas a cabo en Lausana. La primera parte de la exposición se centra en los prolíficos esfuerzos de Vallotton por establecerse en la escena artística parisina en los años 1880-1900. El joven suizo, que llegó a la capital francesa con 16 años, impresionó a los círculos artísticos, literarios y periodísticos con su versátil energía creativa. Pinturas, xilografías, ilustraciones de libros y dibujos de prensa sirvieron a una estrategia coherente que le permitió posicionarse estética y políticamente y encontrar su lugar en el mercado del arte. En la década de 1890, Vallotton se unió al grupo de los Nabis y se hizo un nombre entre los artistas, críticos y coleccionistas asociados a la Revue blanche. Con sus ilustraciones y dibujos satíricos para revistas comprometidas, alzó inconfundiblemente su voz en los grandes debates sociales de la época. Aunque su obra estaba en sintonía con una escena artística caracterizada por su vivacidad, llamaban la atención su particularidad y su fuerte necesidad de independencia. Como observador distanciado y crítico, su mirada aguda, su brío satírico, su estilo mordaz y sus colores atrevidos y disonantes le distinguieron de sus contemporáneos, y la segunda parte de la exposición está dedicada a los profundos cambios que experimentaron la vida y la obra de Vallotton a finales del siglo XX. El preciado reconocimiento de su talento se vio reforzado por la seguridad financiera que le proporcionó su matrimonio con Gabrielle Rodrigues-Henriques, hija del marchante Alexandre Bernheim. El artista se alejó del ajetreo de la vida moderna y se entregó a una melancolía que convenía a su temperamento. No obstante, siguió presente en la escena artística contemporánea, que esperaba con impaciencia sus apariciones en los salones. Renunció casi por completo a los grabados y las ilustraciones y a partir de entonces se dedicó por completo y con total libertad exclusivamente a la pintura, reanudando el diálogo con la gran tradición iniciado en su juventud y entablando relación con célebres predecesores: Holbein para el retrato, Ingres y Manet para el desnudo y Poussin para el paisaje. A partir de entonces, pintó paisajes, retratos, desnudos y escenas mitológicas que, como muestra la exposición, representan su decisiva aportación al modernismo.